Cómo sobrevevir y adpatarse en tiempos de cuarentena. Un excolectivero que puso una hamburguesería, un kioskero que incorporó a su comercio productos de almancén, una profesora de yoga que debió adecuarse al formato on line y también abrió su propia tienda de objetos en cerámica.

Por Iara Sosa, Miuccia Zerbini, Delfina Marcucci y Teo Ottaviano
Durante estos tiempos tan caóticos, comerciantes de todos los rubros y trabajadores de distintos sectores sociales tuvieron que adaptarse a la «nueva realidad» para poder salir adelante y generar ingresos. Muchos de ellos lo han logrado, sin embargo, otros han perdido lo que les costó tantos años de trabajo alcanzar.
La pandemia, considerada como un problema de fuerza mayor, efectó la vida cotidiana y la forma en que las personas: amigos, familiares, conocidos, se organizan para subsistir. Aquí les contamos tres historias de vida de personas afectadas por las consecuencias de la pandemia.
Antes de la cuarentena, Juan Cruz Magallán, de 29 años, era chofer de colectivos. Por varios motivos, incluyendo el aislamiento, tuvo de dejar su trabajo. «Después de tanto esfuerzo, las ganas de seguir adelante y probar algo nuevo surgió la idea de fabricar y vender hamburguesas. En el proyecto me ayudó mi novia; renovamos la cocina de casa y pusieron manos a la obra con lo que ahora es un exitoso proyecto gastronómico: la hamburguesería PKBE», cuenta a Il Giornalino.
Juan Cruz siempre quiso poner un lugar de comida, y gracias al problema con el trabajo por motivo de la pandemia se animó a dar ese gran paso. Es un claro ejemplo que para muchas personas el aislamiento los benefició de alguna forma, sus ingresos aumentaron y ahora está muy entusiasmado de continuar con este proyecto.

Agustín Cruz, de 38 años, más conocido como “El Capo”, es el dueño del kiosco enfrente del colegio Dante Alighieri. «Cuando comenzó la cuarentena tenía mucho miedo de no poder sostener el negocio, ya que la mayoría de nuestros ingresos provienen de los alumnos del colegio. Pensé incluso en cerrar, pero finalnmente nos esforzamos un poco más y logramos transformar el kiosco en una despensa y continuamos también vendiendo comidas», explica el Capo, quien nos cuenta que debe trabajar unas 15 horas por día para sostener su negocio y que, como muchos, no encuentra nada positivo de esta pandemia.

Veronica Esparza, de 39 años, es profesora de yoga y construyó un espacio llamado EsparSiendo, que por el momento trabaja de manera online; también es dueña de la tienda EsparSiendo, un emprendimiento basado en la venta de elementos artesanales hechos en cerámica.
«Antes de la cuarentena daba clases de yoga presenciales y estudiaba. Por la cuarentena las clases comenzaron a ser virtuales y empecé con un nuevo emprendimiento, EsparSiendo, ya que el aislamiento me dio el lugar para explayarme y reinventarme», dice, y agrega: «EsparSiendo es una fusión de varias herramientas terapéuticas para el despertar de la conciencia». En su tienda podemos encontrar productos hechos a mano en cerámica, entre otras cosas.
Tambén nos cuenta que no se le complicó dar clases online, sólo se tuvo que adaptar a la nueva plataforma. Perdió a algunos de sus alumnos pero también ganó otros. «La tarea más difícil en estos días fue ser mamá a tiempo completo y maestra a la vez», reflexiona. Sin embargo, encuentra el lado positivo frente a la situación de la pandemia. «Encontré el tiempo para poder enfocarse en las cosas que me importan. Me gusta mi trabajo en este momento y eso es algo que no cambiaría», concluye.