Opinión
Por Nicole Cruz y Angela Eredia
El filósofo y sociólogo Zygmund Bauman trata al consumismo como “una economía del exceso y los desechos” que crea, por estas razones, una “economía del engaño”. Y este engaño si bien abarca a todas las edades, es todavía más notorio cuando se dirige hacia a los niños y adolescentes. Los productores se centran en el consumo de los adolescentes. Uno de los más grandes consumos relacionados en la vida de los jóvenes son las redes sociales.
Vemos a diario a los adolescentes, e incluso a niños aún más pequeños, con el celular en mano con el simple objetivo de entretenerse con los juegos que están a la moda y estar comunicados con sus amigos y compañeros de la escuela a toda hora. Uno podría preguntarse por la calidad de este tipo de conversaciones, que dejan afuera de la comunicación elementos tan importantes como, por ejemplo, el lenguaje no verbal.
Las redes sociales son las nuevas tecnologías que gobiernan el mundo y los sistemas de conectividad. A través de la información que los usuarios dejando en ellas huellas, comportamientos, preferencias e ideas, las empresas saben hacia a dónde apuntar y buscan oportunidades para, a través de publicidades, meterse en la cabeza de los jóvenes con su bombardeo de sugerencias. Facebook, Twitter e Instagram, son las más usadas y las que más publicidades y propagandas contienen.
Las ventajas de las aplicaciones mencionadas es que mantiene a todos conectados e informados, una gran diferencia con respecto al estilo de vida en otros tiempos. Esta sociedad cibernética, con la ayuda de los medios de comunicación masivos, está capacitada para informar, educar, entretener y formar opinión. Estar conectados todo el tiempo no es sólo jugar y estar a la moda. Las redes sociales son canales artificiales creados para interactuar y transmitir mensajes hacia un destinatario grupal o colectivo.
Las consecuencias que produce esta constante conectividad deja de lado la privacidad de las personas, y las industrias se hacen servir de lo dicho para averiguar el historial de los usuarios y, de esta manera, darles lo que quieren.
En sus diferentes etapas de crecimiento, los adolescentes atraviesan muchos cambios. Uno de ellos es el cambio psicológico. En este aspecto particular, y ante la hiperconectividad, resulta ser muy relevante ante cada posteo tanto los “me gusta” o los “retweets”, es decir la mirada que los otros tienen sobre ellos.
Según una investigación de la Real sociedad Británica de Salud Pública RSPH) publicada en el diario La Vanguardia, Instagram es una de las plataformas que ejerce depresión en adolescentes por causa de una constante comparación de estereotipos. Un ejemplo seria el aspecto físico con un famoso, u otros jóvenes que son considerados más populares que marcan tendencias y que se los conoce ahora con el nombre de influencers. Por otro lado es habitual estar trabajando mientras miramos televisión o escuchamos música y estamos pendientes de las redes sociales, los mensajes de texto, correos electrónicos o alertas de noticias en el celular.
El uso excesivo de estas redes podría considerarse una adicción tanto para los jóvenes como niños y adultos. Esta dependencia afecta de manera específica nuestro comportamiento interpersonal e intrapersonal. Tomemos conciencia de que el consumo perjudica a nuestro sistema cerebral y perdemos la posibilidad de vivir más y mejor. ¿Crees que nuestro cerebro está capacitado para resistir nuestros hábitos que promueven las nuevas tecnologías del consumo?