El pasado oscuro de Japón, un país tan estrictamente perfecto en donde existió y existen casos brutales de asesinatos. Esta es la historia de una adolescente víctima de la delincuencia, cuya muerte inspiró a cientos de artistas.
ADVERTENCIA: Este artículo contiene descripción gráfica y detalles del caso policial, no aptos para lectores sensibles sobre al tema abordado.

Por Pía Yoko Carrizo
La joven Junko Furuta nació en 1971 en el distrito de Misato, Japón, donde creció junto a sus hermanos bajo la tutela de sus padres. En su adolescencia, a los 17 años, se dedicó a sus estudios en la preparatoria del distrito llamada Yashio-Minami y tuvo una de las mejores puntuaciones. Además, se la recuerda por su belleza, por amabilidad con sus compañeros y profesores, y por su larga lista de pretendientes. Su vida se concentraba en dos objetivos: el estudio y el trabajo, que mantenía en forma part time para ayudar a su familia.
Entre sus pretendientes se encontraba Shinji Minato, quien junto a su jefe Hiroshi Miyano, y otros menores de edad, Jō Ogura y Yasushi Watanabe, quiénes la secuestraron y torturaron tras 44 días de cautiverio. El séquito de jóvenes criminales eran conocidos por sus influencias sobre la ciudad de Misato, ya que estos pertenecían a la denominada Yakuza, la mafia japonesa. Sus delitos eran el hurto de carteras, robos menores, extorsiones y también violaciones contra mujeres del distrito. Por ese motivo se les temía y se los evitaba.
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